Ayer 31 de octubre tuve la suerte de participar en al Feria del Libro de Sevilla 2021. Lo hice durante una hora, en la caseta 36, la que gestionan de manera colectiva las editoriales andaluzas. Allí me esperaba una encantadora mujer llamada Carmen que me fue dirigiendo sobre lo que tenía que hacer y el lugar que debía ocupar.
Fue una hora maravillosa en la que, a diferencia de lo que esperaba, vendí nada menos que seis libros. Una cifra que superaba en mucho mis expectativas. Pues, la verdad, pensé que iba a verlas pasar.
Durante la misma estuve excelentemente acompañada también desde fuera de la caseta. Allí se encontraban cuatro amigas estupendas (Coral, Berónica, Concha y María José) que nunca defraudan. Pero también Luis y José, inestimables compañeros de saraos literarios que están viviendo de primera mano este otoño tan literario. Y, desde la distancia, mis amigas de Coria Teatro (Antonia y Elena Ramos sobre todo), que ante la imposibilidad de acudir por salud, estuvieron presentes de otra manera.
De la experiencia me llevo mucho aprendido: lo difícil que es vender libros, que debo llevar un cojín para que se me vea tras la muralla de libros que hay en los mostradores (porque lo de crecer ya lo olvidé), que a una caseta de feria se entra por detrás y no por los laterales como pretendía en un comienzo; pero, sobre todo, que es muy bonito que te compren tu libro pero más que te pidan que les escribas algo bonito a mano e improvisado. Ay, los regalos que me da la vida…